Paul McCartney deslumbró a 70,000 fanáticos en su regreso a Argentina, en un concierto que abarcó casi tres horas y más de 30 temas emblemáticos de su carrera. A sus 82 años, el ex Beatle se mostró enérgico y conectado con su público. Desde fanáticos que vivieron la beatlemanía en su apogeo hasta jóvenes que crecieron escuchando sus canciones a través de sus familias, la noche fue una experiencia compartida que trascendió generaciones.

El espectáculo comenzó con un vibrante video que recordó su trayectoria, seguido de un explosivo inicio con “Can’t Buy Me Love”. McCartney, con su inconfundible bajo Höfner, interactuó en español y mostró su aprecio por la calidez del público argentino. A medida que la noche avanzaba, el repertorio se diversificaba, incluyendo clásicos de los Beatles y temas de su etapa con Wings, como “Junior’s Farm” y “Letting Go”, lo que mantuvo al público emocionado y cantando al unísono.

La conexión de McCartney con sus fans fue palpable en cada gesto y comentario. Con una banda impresionante que incluía a Rusty Anderson y Brian Ray, el show se sintió vibrante y dinámico. Clásicos como “Drive My Car” y “Got to Get You Into My Life” fueron interpretados con una energía renovada, mientras que el artista, en un momento de cercanía, compartió una emotiva versión de “Blackbird” solo en el escenario.

El setlist no solo incluyó grandes éxitos, sino también temas recientes como “Now and Then”, que utiliza tecnología de inteligencia artificial para completar una canción inédita de los Beatles. Este momento, junto a imágenes de John Lennon en la pantalla.

El final del concierto fue un estallido de energía, con clásicos como “Let It Be” y “Hey Jude” que resonaron en el Estadio River, mientras el público se unía en un coro emotivo. En un gesto de inclusión, McCartney volvió al escenario con banderas que representaban a Argentina y a la comunidad LGTBIQ.

Después de una breve pausa, el espectáculo concluyó con una potente secuencia que incluyó “Golden Slumbers” y “The End”, dejando a la multitud en un estado de euforia y gratitud.

McCartney demostró una vez más por qué es considerado una leyenda de la música. 

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