Hoy 23 de agosto se cumplen 212 años del Éxodo Jujeño, una de las hazañas más significativas en la lucha por la independencia de Argentina. El 23 de agosto de 1812, bajo la dirección de Manuel Belgrano, el pueblo jujeño se embarcó en una gesta heroica que fue crucial para el futuro del país. En un contexto de vulnerabilidad, donde las tropas realistas amenazaban con asediar la región, Belgrano tomó la decisión de realizar un éxodo, un movimiento estratégico que no solo buscaba proteger a su pueblo, sino también desarticular las acciones del enemigo.
La estrategia de Belgrano era ingeniosa y audaz. A pesar de contar con un ejército inferior en número y equipamiento, el jefe militar urdió un plan que se basaba en el aprovechamiento del terreno y la movilización de la población. Al ordenar la evacuación de Jujuy hacia Tucumán, Belgrano instó a sus compatriotas a llevar consigo lo que pudieran y a reducir a escombros todo lo que quedara. Esta táctica, conocida como la “tierra arrasada”, tuvo como objetivo debilitar al enemigo en su avance, dificultando su aprovisionamiento y estableciendo un clima de desolación que desmoralizaba a las tropas realistas. Así, el éxodo no solo fue una retirada; fue un movimiento estratégico esencial para asegurar una resistencia efectiva.
El impacto del Éxodo Jujeño se hizo evidente en las victorias posteriores en las batallas de Tucumán y Salta. Estas fueron más que simples enfrentamientos; fueron momentos decisivos que marcaron el rumbo de la guerra de independencia. Con sus tropas reavivadas por el sacrificio y la resolución del pueblo, Belgrano logró vencer al ejército realista, que, desprovisto de recursos y en medio del desánimo, se vio obligado a retroceder. La derrota de los realistas en estas batallas no solo restauró la esperanza en las fuerzas patrias, sino que también permitió recobrar el control sobre un territorio crucial para el avance del movimiento independentista.
A nivel político, el Éxodo Jujeño tuvo consecuencias duraderas. Su éxito sirvió para la caída del Primer Triunvirato, que había mostrado una escasa preocupación por el norte del país y, en cambio, se mantenía centrado en la región de la Banda Oriental y Buenos Aires. Este cambio de liderazgo político fue clave para que el Segundo Triunvirato brindara más apoyo a las tropas del norte, reforzando el esfuerzo en la lucha por la independencia nacional. Al volver el pueblo jujeño a su hogar, y tras la importante movilización militar, el Congreso pudo reanudar sus actividades el 4 de marzo de 1813, sentando las bases para un proceso de emancipación más decidido y efectivo.
A 212 años de este acontecimiento, es fundamental reconocer la importancia de este legado en la historia argentina. No solo fue una estrategia militar efectiva, sino también un símbolo de unidad y determinación.