El paisaje, la estación de tren, las paredes erguidas de ladrillos dormidos. La esquina ochava que vio crecer a la familia Saer en Serodino se convertirá a razón de una decisión política en un imponente centro cultural. Las obras del autor de realismo objetivista, resurgirán de los recuerdos para renacer en la curricula regional e instalarse obligada en la construcción de sueños, quizás furtivos como los él que tuvo alguna vez. Juan José Saer, “Juani”, el hijo varón del “sopla botella”, el autor reconocido, el que fue traducido a varios idiomas, conquistará con la simpleza de sus primeros días la oportunidad de abrir caminos al mundo. Será en su pueblo natal, será en la casa donde su papá le armó su primera biblioteca y aprendió a escribir.
De pronto, al cerrar los ojos y respirar profundo, el viaje es inmediato. El tiempo hace lo suyo, pero no podrá nunca con las emociones. Así lo sintió también en su paso por el mundo Juan José Saer, quien terminó sus días en Francia pero no le fue ajeno jamás las mañanas fresquitas de un Serodino poco poblado, de su gente, su familia, el negocio de sus padres, de su infancia. Fue su decisión regresar cuantas veces pudo a lo largo de su vida, con su característico paso silencioso, humilde, nostálgico.
Por una decisión del gobernador Miguel Lifschitz y un trabajo con anclaje territorial a través de la comuna de Serodino se logró comprar la casa natal del escritor y se convertirá en un centro cultural donde su obra seguirá echando raíces en el sitio geográfico dónde “Juani” creó sus primeras armas, no sólo de lecturas y educación a través de la escuela pública Domingo Faustino Sarmiento Nº258, que para entonces estaba a pocos metros de su casa, sino para la conformación de escenas precisas, con aromas y colores, que plasmaría discreto en sus obras.
Anécdotas pícaras
Los primeros años de estudio, allá por los cuarenta, no fueron fáciles. Mientras la pobreza azotaba a muchas familias en el pueblo rural, el almacén de ramos generales de la familia Siria Libanesa Saer, “allá del turco”, le daba aire de buena alimentación a los tres hermanos que vivían en la esquina de Santa Fe e Italia.
Así lo describió, con el pelo blanco y los ojos pícaros Abel Moyano, un vecino de la localidad de 83 años, que recordó junto a @LaCapital su paso por la escuela cuando compartió el salón de tercero a sexto grado con el autor del “Limonero Real” bajo la atenta enseñanza de la maestra Ester Radice. “Él tenía una conducta extraordinaria, claro que la mía no. La maestra lo quería, a nosotros nos sacaban media hora antes al patio”, bromeó con una sonrisa amplia.
Ya detectaban que tenía algo especial al narrar, con su amor a la lectura y su voluntad de aprendizaje. Así, casi con orgullo, su compañero de curso contó: “Cuando tenían que mandar las composiciones a Santa Fe iba la de Saer con la mía, mandaban las dos”. Pero se sinceró: “No sabía que se podría convertir en escritor, ni en sueños”. Y no titubeó al relatar que entre pares el rigor de ser tan aplicado le salía caro: “El casi no jugaba, estaba siempre solo. Y así le africabamos. Porque no se juntaba con el zabalaje”, siguió jocoso Abel con recuerdos claros entre anécdotas.
La misma patria
Marcia Bredice, es profesora de letras, y fue una de las pioneras del grupo local Zona Saer. Pero, asimismo cuenta con una historia que no dejó de enlazarse a lo largo de los años con el literato. Distendida con una gran ternura detalló el momento en que lo conoció en un Festival de la Poesía en Rosario en el año 2000: “Tenía 20 años, estaba estudiando, el leyó como uno más dentro de un panel. Al terminar lo vi en el hall, se tocaba los bolsillos de la camisa mangas cortas con un cigarrillo en la mano como buscado fuego. Yo que fumaba en ese momento me apure y le mostré el encendedor. Le dije: “sabe, soy de Serodino” y me dijo: “Yo también ¿sabes donde vivía?”, cómo si yo no lo conociera. Me pregunto si tenía algo para escribir, le di una birome roja y el afiche del festival que lo tenía guardado porque me había gustado la foto”. Ahí con puntos, cruces y algunas líneas le diagramó su casa, sus vecinos, la panadería, las vías del tren. Un Saer que nunca perdía los recuerdos, más aún en cada regreso a la zona los refrescaba.
Desde ese contacto Bredice sintió que eran muchos los vínculos: El amor a las letras y “la misma patria”, como solía decir Saer. Fue así, como al tiempo comenzaron a crear espacios con un grupo de colegas para difundir sus obras, y consiguieron poco después una beca. A razón de un taller que había en Rosario interesados por la vida del escritor, decidieron fundar zona Saer con un grupo de vecinos para recibirlos. Fue el puntapié para varias actividades, aunque a pulmón y sin el apoyo que esperaban.
En una de las propuestas con el reconocimiento a la vida de otro autor que tuvo raíces en Serodino, apareció el entonces senador por Rosario, Miguel Lifschitz, quien se llevó todas las intenciones del grupo y la solicitud de que se restauraría la casa natal. Una vez al frente de la provincia, el ingeniero se mostró decidido a apostar a las raíces de Saer y en el 2017, el año en que cumpliría 80 el ministerio de Innovación y Cultura organizó el calendario en honor al novelista. Lo que significaron diversas actividades y una cercanía para muchos a su historia.
En ese contexto, Bredice formó parte de la organización del congreso que trajo figuras de todo el mundo, sobre todo los especialistas de su obra. Y además viajó a Paris: “Recorrí todos los últimos lugares de referencias que me había pasado su viuda, cerré mi circuito con la visita a la tumba a donde están sus restos. Y allí delante de sus restos le dije: “Cómo sea vamos a recuperar tu casa””.
Objetivo logrado
La vivienda natal pasó por varios dueños, pero ante la iniciativa al ser consultados por la venta de la propiedad no dudaron en aceptar. Al recordar el primer acercamiento, el senador por Iriondo Hugo Rasetto, destacó la predisposición de los propietarios: “Sabemos que acá vivieron personas importantes”, esbozaron entonces. La casa fue comprada con dinero del gobierno de la provincia de Santa Fe, transferido a la comuna local. Se abonaron casi tres millones de pesos.
Emocionado, con grandes expectativas, el jefe comunal de Serodino, Juan Pio Drovetta, afirmó en diálogo con @LaCapital: “Cuando el gobernador vino a una inauguración me llamó y me dijo que estaba interesado en crear el centro cultural. A nosotros nos encantó la idea porque es cultura, es educación, está planteado como un lugar de referencia no sólo local sino regional”. Y avanzó: “Más allá de que no se lo haya reconocido durante tanto tiempo y que sus últimas visitas hayan pasado desapercibidas, descubrimos a una persona mundialmente conocida, y creemos que desde el momento en que el estado lo empieza a valorar, valora también nuestras raíces”.
El próximo jueves llegarán profesionales del ministerio de Innovación y Cultura a evaluar el edificio y comenzar a planear cómo será la construcción que apuestan esté lista lo antes posible, hasta se animan a aventurar previo a que culmine el 2019. En cuanto a los objetivos, Drovetta ahondó: “Está pensado como un recorrido histórico en su vida, pero también con un pequeño auditorio, con una sala de conferencias, una sala pequeña de cine con proyección. Es decir: chico, pero completo”.
Tanto el presidente de la comuna, como los representantes de Zona Saer reconocieron en el gobernador de Santa Fe un interés especial en destacar la figura, por su parte Miguel Lifschitz mostró la misma seguridad y convicción ante @LaCapital: “Para la provincia de Santa Fe la figura de Saer es emblemática para la literatura, para nuestro proyecto cultural recuperar su vida, su obra, su legado, su impronta y poder reflejarlo en un punto de referencia como es la casa natal, en un pueblo característico de Santa Fe como es Serodino, uno de los tantos pueblos agropecuarios. Donde pasó su infancia y que mucho de eso se refleja en sus textos, como también su vida en la ciudad de Santa Fe primero y en Rosario después”.
Y no se quedó ahí, sino que continuó en el reconocimiento: “Después de haber celebrado el año Saer, concretar este proyecto de adquirir su casa natal y convertirla en un centro cultural, de difusión, de documentación, de su obra y su vida nos parece sumamente importante. Para Santa Fe y para la argentina toda, es uno de los grandes escritores que produjo la literatura durante la segunda mitad del siglo XX”. Y culminó: “Estamos realmente muy contentos de haber logrado el objetivo y seguramente en el transcurso del año estaremos realizando las obras necesarias”.
Quizás ni el propio “Juani” se hubiera imaginado lo que significaría unas décadas después. Un estudioso, amante de las letras, que convertía en renglones muchas de sus sensaciones encontró su lugar eterno en el mundo de la literatura. Considerado uno de los escritores argentinos más importantes, e incluso uno de los mejores narradores de los últimos tiempos en cualquier lengua. Es santafesino, es serodinense y nunca más pasará inadvertido.
Para La Capital.