La emoción invadió a la región. La nostalgia de las distancias compartidas hace treina años le jugaron una mala pasada al destino y en un golpe suerte se hicieron presente. El tren de pasajeros con destino Tucuman – Retiro se acordó de la región y sumó su parada en Serodino. La estación de vistio de fiesta y demostró que lo imposible, solo se tarda un poco más.
Trazando caminos, despertando sueños. Las vías se mantuvieron dormidas treinta años, y los pueblos vieron expectantes el tren pasar. Sigiloso, sin sentirse parte. Hasta que un manojo de soñadores encabezado por Heber Villarreal se animaron a patear el tablero, movieron lo establecido y le dieron curso al hacer.
Pasaron más de un año embelleciendo con su trabajo la estación de tren, algunos pasaban y los palmeaban apostando al sueño loco de sentir que con pequeñas acciones se avanzan hacia grandes pasos. Pero el tiempo, ese que lastimó de óxido lo que no se cuidó, les dio la razón.
Día Histórico
“Estoy muy emocionado y feliz, es increíble. Para nosotros es un día histórico porque lo que trabajamos para esta estación no tiene nombre. Esto es un regalo de la estación, que brilla y va a seguir brillando de ahora en más”, definió sin dudar Heber. Y se convirtió en protagonista casi sin buscarlo.
Los vecinos se acercaban y no podían creer lo que sus ojos le plasmaban. A la par, el presidente comunal, Juan Pio Drovetta, quien escuchó y se involucró en la propuesta: “Es un día histórico. El hito principal fue el 15 de noviembre de 1886 cuando se inauguró la estación del ferrocarril y hoy marcamos otro hito”.
Y en esa dirección avanzó: “Esto llegó al corazón, al sentimiento de un montón de gente. Ha tenido una repercusión impresionante y eso da cuenta de lo que significa el tren. El tren trajo desarrollo a nuestra Argentina a finales del siglo XIX y que vuelva a nuestra localidad y a la región es impresionante”.
Asimismo, no tardaron en aparecer nuevos desafíos para requerir un tren de cercanía que vuelva a conectar a los pueblos. (Ver aparte).
Lágrimas en los ojos
Las historias, los recuerdos, las anecdotas no tardaron en aparecer. Los brazos en alto y la mirada atenta al sonar la bocina de la llegada. “Era muy lindo viajar en tren, yo viajaba con mis abuelos, era una locura”, dijo Juan en el micrófono de IRE mientras las lágrimas de emoción le invadían la mirada.
De rojo, paradita al final del andén, Gladys confió: “Viajaba a los nueve años, iba a la casa de mi tía todos los sábados. Estoy feliz”. En cada rincón de la flamante restaurada estación los recuerdos dijeron presente, la familia, las migraciones, las visitas esperadas y las partidas, los atravesó como un torbellino.
En tiempo de pandemia, de distancias y barbijos, con los primeros fríos del otoño también prendieron las ilusiones. Y la satisfaccón les permitió soñar a los vecinos de Pueblo Andino y Aldao, las siguientes dos estaciones, que pronto se podrían sumar a la experiencia.
Sin dudas, hoy será un día que quedará guardado en la memoria, para cambiar el deseo por realidad. Para dejar de pensar en el qué hubiera sido y animarse a hacer. Para que los niños celebren con sus abuelos la dicha de encontrarse en otros tiempos en la misma estación. Los sueños se cumplen. Eso dejó escrito la dotación en su estela celeste: si, se cumplen.