Este 4 de enero se cumplen diez años sin Sandro, uno de los cantantes argentinos más populares en todo el continente. Fue uno de los máximos íconos de la canción popular, grabó más de 200 discos y filmó una decena de películas, la primera con epicentro en la región.
Un día como hoy, pero de 2010, después de pelear contra una enfermedad pulmonar, Roberto Sánchez, popularmente conocido por su nombre artístico Sandro, moría en un sanatorio de Mendoza. A 10 años, su presencia sigue intacta a través de sus canciones, esas que aún hacen estremecer a varias generaciones.
La región puede presumir de haber disfrutado de su presencia: Además de haber brindado un show en el Club Alba Argentina, la zona se convirtió en el escenario de la primer película que filmó el Gitano. Corría el año 1966 y las puertas de otras ramas artísticas se le abrieron al joven Sandro, así se sumó a la película “Tacuara y Chamorro, pichones de hombre”, su primera incursión en el arte cinematográfico. La cinta se grabó en Coronda, y se obtuvieron imágenes de Maciel y Monje.
El film fue estrenado en abril de 1967 en un Microcine de La Capital de la Frutilla. Fue dirigido por Catrano Catrani, según los cuentos “Tacuara y Chamorro” y “Los Oscuros Remansos” de Leopoldo Chizzini Melo; ex ministro de Educación de la Provincia, docente, abogado, escritor y quien disfrutaba vacacionando en las costas del Río Coronda.
“Un pueblo de espíritu tranquilo y bondadoso” definió un poeta a esta zona donde llegó, en aquel 1966, el director de cine Catrano Catrani, acompañado por camarógrafos, utileros y artistas, entre ellos un muy joven Sandro, que ya empezaba a destacarse como integrante de la agrupación “Sandro y Los de Fuego” previo a su estrellato como solista.
Para el rodaje se sumaron una gran cantidad de extras locales y en sus horas de descanso el propio Sandro, joven veinteañero por entonces, compartió varias reuniones en bares y restaurantes corondinos situados en la costanera.
No es de extrañarse que el querido Sandro de América, al igual que el escritor se vieran seducidos por esta estrecha relación entre el hombre y la naturaleza reflejada en la cinta. Su paisaje de litoral, entre riachos e islas, con la amistad del isleño y la pausa de un buen mate entre sus manos, escuchando los relatos de viejos criollos frente a un fogón.
Según algunos críticos del séptimo arte, la de “Tacuara y Chamorro, pichones de hombre” puede inscribirse como una historia al mejor estilo de la cinematografía americana y esos cuentos de Disney a quien hace alusión la dedicatoria en el final de la película.
Con datos de La Capital.