Una historia atravesada por la superación, el compromiso y el amor. El Doctor Sócrates Bacchiddú llegó al país, eligió Puerto Gaboto y se radicó para siempre en la región. Pese a que hasta fue apedreado porque no creían en él, nada lo detuvo, y se ganó la confianza de los lugareños. Construyó su familia y forjó futuro, tanto que este fin de semana las historias se entrelazaron y lo reconocieron poniendo su nombre para reconocer el efector de salud local.

En 1951, Buenos Aires recibió al joven Sócrates Vittorio Bacchiddu con la calidez de su gente y un aire de bienestar. Recién llegado de Italia, se dedicó por sí mismo a aprender el castellano, convencido de que la comunicación debía trascender fronteras. Sin embargo, se encontró con un obstáculo: la imposibilidad de ejercer la medicina en Argentina por ser extranjero. La impotencia lo invadió, pero regresar a su país no era una opción.

Ante la necesidad de trabajar, el Ministerio de Salud Pública le ofreció dos destinos: Alejandra o Puerto Gaboto. Movido por la cercanía con la Facultad de Medicina de Rosario, su amor por la naturaleza y el río, decidió establecerse en Puerto Gaboto en 1952.

Su llegada no fue fácil. La presencia de un falso médico antes de su arribo había generado desconfianza en la comunidad, al punto de ser rechazado y hasta apedreado en el hospital donde vivía solo, sin electricidad. La angustia del desarraigo lo hizo pensar en marcharse, pero la perseverancia y la vocación fueron más fuertes. El nacimiento de un niño a la luz de una lámpara marcó el inicio de la confianza del pueblo en él.

El amor también llegó a su vida. Conoció a Clotilde Pérez, docente de la Escuela N.º 292, y juntos construyeron una historia que comenzó con una simple flor de rosal y se consolidó con cuatro años de noviazgo. Se casaron en 1956 y formaron su familia en el mismo hospital, donde criaron a sus hijos, Rafael y Juan Carlos.

En 1963, con un examen brillante, logró la reválida de su título en la Universidad Nacional del Litoral y, posteriormente, fue designado Director del Hospital Rural de Puerto Gaboto. A pesar de haber recibido propuestas para ejercer en grandes centros urbanos, eligió quedarse. Su vocación estaba en la comunidad que lo había adoptado y a la que había aprendido a amar.

Médico de convicción, ejerció su profesión en cualquier lugar donde se lo necesitara: en un hospital, en un rancho de la isla, en una casa humilde o en un sanatorio. Siempre estuvo dispuesto, sin importar la hora ni los medios disponibles. Creía que ayudar al prójimo era ayudarse a sí mismo y que el verdadero bienestar no estaba en la ostentación, sino en la libertad de hacer lo que se ama.

En 1964, buscando mayor privacidad, decidió construir su hogar en Maciel, pero nunca dejó su vínculo con Puerto Gaboto, su río y sus islas. Allí encontraba paz y renovaba su espíritu en cada amanecer.

Amante de la naturaleza y defensor de los animales, vivió con sencillez, sin ambiciones materiales, dejando como legado su vocación inquebrantable, su compromiso con la comunidad y su amor por la libertad.

El calendario marcaba octubre del año 2000 cuando su salud comenzó a debilitarse. El diagnóstico y el desenlace que presentía lo atormentaban. Aquel hombre fuerte y apasionado por la vida tuvo que enfrentar su mayor miedo: la despedida. El 7 de julio de 2001, su luz se apagó, cerrándose las páginas de sus sabios libros y los ojos que durante tantos años dieron vida.

El Dr. Sócrates Bacchiddu fue un hombre de bien, un talento de la medicina y, como solía decir, un ciudadano del mundo. Su historia sigue viva en cada persona que alguna vez lo conoció y en cada rincón de Puerto Gaboto y Maciel, donde su huella jamás se borrará.