Es maestra de Pueblo Andino y escribió una carta abierta relatando su situación: La provincia le debe tres meses de reemplazos del año pasado. Luego de hacer los reclamos correspondientes y hacerle seguimiento, decidió volcar sus emociones en un escrito en el que la atraviesa la incertidumbre, el enojo y la desazón. Inclusive al punto de plantear que ama su profesión pero evalúa si debe seguir ejerciéndola. La realidad en el aula, la cantidad de alumnos, los pedidos del ministerio, el salario, la infraestructura y hasta la ley de reforma previsional, un combo que volcó en letras con un soplo de desesperación.
Carta abierta a la comunidad
Mi nombre es Adriana Delgado, soy docente de Educación Primaria desde el año 2006 y trabajo en el Nivel Secundario desde el 2022.
Cansada ya de hacer los reclamos pertinentes por los medios adecuados y siguiendo la reglamentación de lo que se debe hacer, tras no encontrar respuesta, me dirijo a toda la comunidad, ya que, cuando optamos por los medios masivos de comunicación, lamentable y tristemente, recién ahí somos escuchados.
Primeramente, voy a decir algo cortito para los que no seguirán leyendo hasta el final. El Ministerio de Educación me debe tres meses trabajados durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2023. No fue error del Directivo, no fue mal cargado el reemplazo, no están en desconocimiento de esto, sino que están esperando (decisión política se llama) que se destine una partida a los docentes que reemplazamos en Educación Domiciliaria hace más de un año y aún no cobramos. Como mencioné, fue un reemplazo de Educación Domiciliaria que, al tomarlo, me quitó la posibilidad de realizar otros reemplazos durante esos días en el Nivel Secundario. Sé de muchas docentes que reemplazaron en la misma modalidad y corrieron la misma suerte, o sea, no es un caso aislado.
Como es de público conocimiento, no nos alcanza el sueldo para vivir, por este motivo, debemos trabajar más de un turno, así lo están haciendo la mayoría de mis compañeras.
Piden calidad en la educación, pretenden que demos lo mejor; siempre lo he hecho, pero estoy llegando a un momento de mi vida, donde me planteo si sigo o no trabajando en la docencia. Amo mi trabajo, lo desarrollo con completa responsabilidad y de eso pueden dar crédito muchísimas personas que me conocen, pero siento que ya no entrego todo lo que puedo a mi labor, como sí lo hecho en otras circunstancias cuando podía trabajar un solo turno. Nos encontramos dejando de lado la familia, muchas veces hasta los fines de semana. Lejos de lo que piensa la mayoría de la sociedad, no llegamos a nuestra casa y se terminó el trabajo, porque no estamos frente a un mostrador, no es así, nunca lo fue.
Un docente que realmente está comprometido con su trabajo, necesita de horas para buscar material, preparar sus clases, controlar documentación, realizar los informes (que son cada vez más), cargar notas, cerrar registros (aclaro que las docentes de Nivel Primario somos docentes, secretarias, preceptoras, todo al mismo tiempo), ni hablar de las veces que ponemos dinero de nuestro bolsillo para actos, carteleras, clases, entre otras.
Siempre fui crítica de compañeras que no cumplían con dar los contenidos adecuados a cada grado o que hacían la vista gorda en determinadas cuestiones. El punto es que llegamos a un nivel donde te encontrás intentando sobrevivir. Empiezo a entender, no lo comparto, pero empiezo a entender por qué se brinda la calidad educativa que se brinda. Es sencillo, no hay calidad en la vida del docente, cómo puede haber calidad en la enseñanza. Mi hija me asocia únicamente sentada frente a la computadora.
¿Hasta cuándo? Eso me pregunto cada día. ¿Hasta cuándo? Escuelas con grados de 30 niños, con realidades cada vez más complejas, propias de la sociedad actual. Docentes que a diario hacemos de psicólogos, toleramos la indiferencia de muchos y las críticas de unos cuántos que se sientan a tomar mate en su casa mientras estamos educando a sus hijos y la de muchos otros que cobran fortuna por sesionar algunas veces al año. El termómetro de la empatía está en -10.
¿Y ahora quieren aumentar la edad jubilatoria? Saben del estado psíquico que tiene una persona después de estar frente a 30 niños durante 30 años. ¿En serio? Los niños de hoy, no son los niños de la década del ‘70, ni del ‘80. El docente pone cada vez más el cuerpo y ni hablar de su estado mental para poder llegar a fin de año.
¿Quieren calidad? Nosotras también, queremos poder trabajar un turno, para poder dedicarle tiempo de calidad a la tarea y porque tenés que estar bien de la azotea para recibir y compartir tiempo a diario con niños (sobre todo con las realidades actuales); también queremos trabajar con 10 o 15 alumnos, para poder corregirles, hacerle seguimiento, poder atender y mejorar lo que cada uno de ellos necesite, ¡ESO ES CALIDAD EDUCATIVA!, más no es mejor, calidad es poder jubilarnos sin tener que pasar por una vida miserable porque no te alcanza y poder hacerlo antes de enloquecer.
Cada profesional que hoy lea esto, pasó por una cantidad de docentes que fueron dejando huellas para que después eligiera su profesión, en la cual, también hubo docentes. Marcamos el rumbo de muchos, incluso de aquellos que hoy, ocupan una banca y votan contra los derechos que nos costaron tanto conseguir.
¿En serio? ¿era necesario meterse con la docencia? ¿más castigados? ¿piensan a futuro? ¿quiénes querrán estudiar magisterio de acá a 15 años? Nadie señores. Entre las realidades que se viven a diario en las escuelas, lo mal pago y lo castigado que estamos, ¿se pusieron a pensar que van a empezar a cerrar los Institutos de Formación porque cada vez menos personas querrán tener tantas responsabilidades a un costo tan alto y por tan bajo sueldo? Y en caso de que esté equivocada y sea eso lo que buscan (el cierre de Institutos docentes),si es así, la pandemia no nos enseñó nada!! Porque desde mi punto de vista, la pandemia, si hay algo que realmente demostró, es la necesidad ineludible de la presencialidad en las aulas. Mucho vaciamiento hubo en esos dos años, no hay nada comparable a la presencialidad en las aulas con docentes. ¿Cuándo pensaremos a futuro? ¿Cuándo plantaremos árboles, sabiendo que de aquí a 20 años no se cortarán para abrir un camino? ¿Cuándo proyectaremos y programaremos a futuro? ¡Pero no 5 años, 50 señores! ¡Eso es planificar! Pensar a futuro. Nosotros lo hacemos, pero evidentemente no pudimos enseñarles bien eso. No somos perfectos, somos humanos. Hacemos lo humanamente posible, pero cuando se nos va deshumanizando, nos vamos alejando de nuestra tarea, para convertirnos en máquinas. No quiero eso. No estoy dispuesta a perder mi lado humano.
La educación está en decadencia, lo veo, pero mucha de la responsabilidad es de ustedes y no por controlar la asistencia de los docentes a las escuelas, sino por no acompañar, por no ver las realidades de cerca, por hacer la vista gorda de los techos que se caen, el hacinamiento de alumnos en algunas escuelas, la violencia que se vive, los informes que se entregan al Socioeducativo por vulneración de muchos niños y de los cuales nunca hay respuestas, por hacer como si, para que todo funcione por un ratito, total después toma el poder otro y que se arregle.
Deberemos enseñar más en las escuelas de qué se trata el bien común, porque muchos de ustedes no lo comprendieron, para que se entienda que tanto en las gestiones políticas como en las institucionales no se trata de hacer bien las cosas por el período que les toque y para los que llevan la misma camiseta, sino para todos, los que están, los que vendrán, estén en contra o a favor.
Me extendí mucho, podría hacerlo mucho más, pero sé que aburro. Creo que cada docente podría escribir un libro de andanzas, alegrías, tristezas, etc. Hoy hice catarsis y me despido recordando para los despistados y desmemoriados que se me adeudan meses de reemplazos del 2023. Espero tener más suerte con los medios de comunicación, porque ya mi teléfono, dice: ¿Otra vez al Ministerio de Educación? Ufff.