Una historia con final feliz. Una enfermera, con el permiso de los demás protagonistas de la región, contó en primera persona un relato de tantos que yacen dormidos en los pasillos de la colonia Psiquiatrica de Oliveros. A 25 años de su jubilación a mediados del 2018, las emociones la invadieron al encontrar después de años de búsqueda, junto a los hijos, a una paciente.
IRE se contactó con Puchy, como prefiere que se la nombre, quien hace más de 25 años que dejó de ejercer su función de enfermera dentro de la Colonia Psiquiatrica de Oliveros, pero la vida se encargó de que reviva muchos momentos y se cuestione los silencios. Con cuidado de artesano detalló un relato de una historia vivida, con final feliz.
“En la colonia hay infinidades de historias y me llama la atención como muchos no las conocen”, describió con la sencillez que ajusta el porqué de tantos años sin que saliera a la luz. El desenlace fue a mediados del año pasado, precisamente en agosto de 2018, y se convirtió para la profesional de la salud en “la frutilla del postre de su carrera”, donde su pasión la volvió a sorprender, a conmover.
Consultado a los otros protagonistas, que también viven en la zona, decidió cambiar sus nombres de pila y darle su toque de realidad: “Todavía siento sus latidos cuando nos abrazamos”, describió su sensación al momento de encontrar a la mujer internada en un nosocomio de Buenos Aires. Sin más, la historia en primera persona escrita por Puchy el 12 de agosto de 2018:
Primera parte:
Soy enfermera profesional, toda mi carrera la ejercí en el Hospital Psiquiátrico de mi pueblo.
Corría el año 1986 cuando mi transitar por distintos sectores del nosocomio, me llevó a la sala de Clínica del mismo, allí se trataban las dolencias físicas, cuidados especiales y cursaban sus embarazos las internas.
Por ese tiempo, mi hija cumplía 15 años,y yo todas las mañanas, antes de comenzar las tareas habituales, desayunaba con mis compañeras, mientras tejía en crochet un souvenirs para recuerdo de su fiesta.
Desde el comedor frente a mí, una paciente sordo-muda, embarazada, me miraba siempre con su mejor sonrisa. No sabía que pensar de su actitud y me apenaba que creyera que mi tejido era para su bebé. Al no poder comunicarse ignoraba que sucedería después del parto con su criatura, algo que en su misma situación todas las pacientes preguntaban. Yo solo le devolvía la sonrisa y en ocasiones le acariciaba la panza.
Parece que entre las dos creamos un vínculo de simpatía, un vínculo entrañable que no presentí, pero se arraigó dentro de mi sin saberlo; Rosa y yo nos habíamos enlazado.
en el momento de parir, ella partió en la ambulancia sin mas equipaje que su enorme panza.
Volvió pronto con sus manos vacías y sus pechos extremadamente apretados con una venda; no debían cumplir ninguna función, no era necesario.
A los pocos días Rosita se fugó y en un corto tiempo yo pasé a cumplir funciones en otro lugar.
Supe que en otras ocasiones ella volvió al Hospital, pero yo nunca mas la vi.
Segunda parte:
Patricia me llamó para decirme que una joven hija de una ex-paciente del hospital la había llamado por teléfono buscando alguna “vieja enfermera” que se acordara de su mamá, que era sorda- muda, se llamaba Rosa y había cursado su embarazo en el Policlínico de Mujeres de dicho lugar.
-Yo la recuerdo, respondí y le conté la anécdota de mi tejido.- Le puedo dar tu T.E.?.
…Y así fue como conocí a María, primero por T E., donde le describí físicamente a su madre y hasta me atreví decirle que tenía un lunar en su mejilla izquierda; le describí su estatura, sus dientes brillantes, sus cabellos abundantes,en mi mente apareció su imagen como si la hubiera visto ayer, María se sorprendió mucho y me respondió emocionada…¡¡Me estás describiendo a mí !!!!…y la emoción fue mutua.
Cuando le cuento la anécdota del tejido (año 1986) ella me dice_Pero yo nací en el 91… ¡¡Entonces tengo hermanos !!
María es una joven bonita, culta, simpática, decidida y de carácter.
Averiguó en el nosocomio donde nació y encontró que tiene dos hermanos varones. En la historia clínica de Rosa decía las fechas de sus nacimientos, nombre y dirección de quienes los habían adoptado a los tres.
Se comunicó con ellos, se conocieron y al tiempo María se puso de novia con un amigo de uno de sus hermanos. se casó y me invitó a su boda en representación de su mamá.
…Y la seguimos buscando, en Hospitales, Refugios de mujeres, Hogares de Madres Solteras, fracasamos y volvimos a empezar. Así pasaron mas de cuatro años.
Incansablemente María recorrió lugares y conoció gente que la vincularon con distintas instituciones, fue a la Defensoría del Pueblo, judicializó su caso, hasta que logró la atención de grupos de Asistencia Social Estatal, que le enviaron fotos, y ella mí, de mujeres que podían por su patología se Rosita.
Hasta que en enero de este año (2018) me llegó la foto esperada -Esta foto me provoca un cosquilleo en la panza- presintió María. Estaba internada en un gran Hospital en la ciudad de Buenos Aires.
Habían pasado mas de treinta años, pero yo la reconocí, le respondí que estaba casi segura que era ella,no quería ilusionarla, no sabía como sería su estado psíquico actual y si ella me recordaría, como le haríamos entender que sus hijos la buscaban.
Desde ese momento entramos en un torbellino de planes para ir a verla, de llamados telefónicos, correos con las psicólogas y asistentes sociales del lugar. Y yo en el medio.
Hasta que la madrugada del 27 de Febrero partimos a Bs As., María, su esposo, uno de los hermanos y yo. El otro no participó de la búsqueda. En Retiro nos esperaba un amigo de los chicos que nos acompañó hasta el internado.
Fue un viaje lleno de incógnitas,preguntas, suposiciones, ceños fruncidos, sonrisas, miradas cómplices y miradas pensativas hacia el infinito.
Los chicos confiaban en mi y yo temía que Rosita pudiera creer que la iba a buscar para regresarla al viejo Hospital Psiquiátrico de donde se había fugado. No es fácil comunicarse con una persona sordo muda.
Después de presentarnos en la portería del lugar, nos guiaron hasta donde se produciría el encuentro.
Pasillo ancho, paredes y pisos claros, un grupo de mujeres hablando en el medio y otra que sale de una habitación y rápidamente se les acerca. —–Esa es mamá… Presintió María y yo de espalda, la reconocí.La mujer se acercó al grupo tratando de expresarse con sus gestos y yo me adelanté colocándome frente a ella.
Rosita me vio y abrió inmensamente los ojos, como intentando mirar mejor, no creyendo lo que sus ojos veían, se escuchó un sonido gutural fuerte, como un alarido largo,parecido a un a a aa aaa aaaa, tan extenso, tan emocionante, tan esperado, quizás ni imaginado y su cuerpo chocó con el mío en un abrazo tan apretado que escuchaba el latir de su corazón, sus besos cubrían mi cara, sus brazos me apretaban y me soltaban, mientras llorábamos las dos y todos los que estaban presentes, mas allá su hijo y su yerno nos miraban anonadados, María lloraba incrédula sujetándose con sus propios brazos para no caerse. Había logrado su objetivo. Esa mujer era su mamá. La había encontrado.
No hubo que explicar nada, a su modo, con sus gestos, Rosa detalló a los médicos, psicólogos y asistentes que yo conocía su historia y era testigo de su maternidad.
Presintió que eran sus hijos y yo en el afán de que entendiera, le tocaba la panza y le señalaba a cada uno tratando de decirle, que allí adentro ellos habían estado.
se abrazaron largamente, ansiosamente,necesariamente.
Todo lo que sigue de este relato, pertenece a la privacidad de esta gente, me pareció importante contarla, destacar la tenacidad de esta hija que buscaba a su mamá, sabiendo sus condiciones y se encontró con una familia, formó una ella y me dio a mí la posibilidad de reencontrarme con la enfermera que soy, que a pesar de haberme jubilado hace tanto tiempo, mi vocación sigue intacta.