Mabel Fared tenía 55 años cuando la mataron. Su cuerpo fue hallado por una amiga en su casa de Oliveros la mañana del 26 de marzo de 2011. La habían golpeado en la cara y la cabeza, y perdió mucha sangre. Las sospechas apuntaron contra un joven albañil que estuvo detenido dos años y luego fue liberado porque ninguna prueba objetiva lo vinculó con el crimen. En la investigación no se siguieron otras pistas y hoy no hay culpables condenados ni identificados.

Mabel vivía en una casa alquilada en las afueras de Oliveros, a la que se accedía desde la ruta 11. Tenía un almacén y compartía la casa con su pareja, un ingeniero que el día del asesinato había viajado a Neuquén para trabajar en una obra de gas, un tema en el que se especializaba. Mabel se había unido a él después de diez años de estar sola tras divorciarse de su esposo.

El día en el que iba a morir fue a visitar a sus padres. Almorzó con ellos y luego se fue a su casa. Les dijo que se dedicaría a cortar el pasto y otras tareas domésticas. A la tardecita, una amiga llamada Gladis fue hasta allí y encontró la casa a oscuras. A Gladis le preocupó, porque el auto estaba frente a la casa y pese a que llamó varias veces, no obtuvo respuesta. Tuvo el impulso de entrar porque intuía que podía haberle ocurrido algo, pero su hijo no la dejó por temor y ambos volvieron a su casa.

A la noche Gladis llamó al número de Mabel varias veces, pero nadie atendió. Durmió preocupada y al otro día, ni bien pudo, regresó a la casa de su amiga. Esta vez se animó y entró. La encontró tirada en el suelo, sobre un gran charco de sangre. Estaba muerta.

El único sospechoso

La investigación apuntó enseguida a un muchacho del pueblo con el que Mabel había discutido la última tarde que la vieron con vida. La pelea fue porque él se ofreció a cortarle el pasto y como estaba algo borracho, la mujer lo despachó y le dijo que en esas condiciones no quería contratarlo. El mismo día la policía lo detuvo. El comisario del pueblo insistía en que para él era el asesino, pero no tenía pruebas.

En la escena del crimen hallaron algo que podía interpretarse como una evidencia: era un pelo que no pertenecía a Mabel. El fiscal de la causa pidió que le hicieran la prueba de ADN para compararlo con el patrón genético del muchacho detenido. El resultado demoró dos años y no hubo coincidencia. El pelo no pertenecía al sospechoso y el detenido fue liberado tras pasar todo ese tiempo en prisión sin pruebas que lo incriminaran.

A Onelia Fared, hermana de Mabel, la hipótesis de que ese muchacho fuera el asesino nunca le cerró, entre otras razones porque era morocho y tenía el cabello corto, y el pelo hallado junto al cuerpo de su hermana era largo y rubio. Pero había otras razones que la hacían dudar, como la insistencia de la policía en acusarlo, la desaparición (hasta hoy) de alguien que dijo haber visto a otras dos personas saliendo de la casa de la víctima y hasta un suicidio, que se produjo tiempo después de la muerte de su hermana.

El testigo que desapareció declaró ante la policía que vio a dos personas salir en bicicleta de la casa de Mabel. Esa persona al poco tiempo se esfumó de Oliveros y esa desaparición siempre estuvo rodeada de misterio, incluso hasta hoy porque el hombre nunca regresó.

La mujer quemada

Quien se quitó la vida fue una mujer que, según escuchó decir Onelia más de una vez en el pueblo, había dicho repetidamente que fue ella quien mató a Mabel. Según ese secreto a voces, que circulaba de boca en boca en el pueblo, el móvil del crimen fueron los celos ya que esa mujer sospechaba que la víctima era amante de su esposo. La hipótesis nunca se investigó ni se investigará, porque la mujer se prendió fuego y murió un par de meses después producto de las quemaduras. En Oliveros muchos decían que se mató por culpa.

Onelia no sabe qué creer, excepto una cosa: está segura de que el chico al que acusaron no tuvo nada que ver y que quien mató a Mabel no lo hizo para robarle. Es que en la casa había dólares y el asesino no los había tocado. Seis años después todavía se pregunta dónde está el testigo que inicialmente dijo haber visto a dos hombres irse en bicicleta de la casa de su hermana, y que luego desapareció sin dejar rastro. Para ella ese testimonio conducía a una pista firme que bien podría estar asociada a la mujer que se prendió fuego años más tarde.

Hace unos años Onelia se comunicó con uno de los hombres que investigó el caso de su hermana. Lo que escuchó no le gustó: le dijo que el expediente fue cerrado, lo que equivale a decir que ya nadie busca al asesino de Mabel. Volvió a reflotar entonces sus dudas sobre la hipótesis oficial y recordar con dolor todo lo que a su juicio no se investigó. Ahora lucha entre aquellos fantasmas y se niega a olvidar. “Yo todavía espero saber quién la mató”, confiesa.

Dudas que se acumulan

Hay cosas que Onelia Fared no olvida. Por ejemplo, que algún investigador policial quiso arrojar dudas sobre la pareja de Mabel e incluso hasta sobre su propio hijo, aunque el primero en ese momento estaba en Neuquén y el otro en Santa Fe. Otra duda que da vueltas en su cabeza es el horario de muerte de su hermana: mientras en la autopsia oficial se sostuvo que fue alrededor de las 2.30 de la mañana, un médico que en su momento trabajó para la policía le dijo que para él había expirado a las 19.30, es decir varias horas antes. Ese horario cierra con la declaración policial de un testigo que dijo haber visto a dos personas alejándose en bicicleta de la casa de Mabel cuando caía la tarde. Ese testigo es el que desapareció y nunca llegó a declarar ante el juez de la causa.

Por Jorge Salum para La Capital. Abril de 2017.