A principio de agosto IRE compartió la realidad de Silvia Galarza, madre de ocho hijos, que junto a siete de ellos vive en Maciel. En aquel entonces estaba temporariamente de su hermana, hoy vive a la vera del canal sobre el conocido “camino grande” que une la localidad con Puerto Gaboto. 

Ayer, cuando el sol de la tarde golpeaba sobre las chapas de la vivienda, volvimos a buscar a la familia. Allí estaba Silvia lavando la ropa afuera, con los chicos que jugaban sobre el camino. Con la amabilidad que la caracteriza nos contó que hace dos meses viven allí, que un grupo de la iglesia evangélica le ayudó a levantar su casa y que “Con un poco más de terreno” podría levantarse algo de materiales y hasta tener unos animales. 

“A mi no me molesta vivir en el campo”, nos contó. Mientras al margen norte de su casa se encuentra el canal que desagüa Maciel. La pregunta fue inevitable: ¿Cómo llegaste acá? “Necesitabamos un lugar, nos habían dicho que vayamos al lado del canal en el pueblo pero está el obrador de la comuna y nos dijeron que no se podía. Después fuimos a otra parte, y una señora nos dijo que era de ella. Y después vinimos acá, pero nos prometieron que nos iban a conseguir un lugar mejor, con un baño”, explica. 

Sin agua, sin luz, sin baño. Así vive hoy Silvia con sus siete hijos. “La asistente social me visitó una vez en la casa de mi hermana, pero no la volví a ver”, indica. En aquel entonces le propusieron gestionar el aporte por madre de siete hijos, que todavía no percibe. Destaca además la promesa de un lugar mejor desde la comuna local. 

Su mirada es sincera, fresca, sin temores ni rencores. Mientras les da indicaciones a sus hijos, vuelve a fregar la ropa con agua que le presta su vecino de en frente. Los chicos van al comedor, aun los fines de semana y los feriados. Sólo ella, Gael el bebé y el más grande que va al secundario comen en su casa. “Conseguimos plata vendiendo cobre y aluminio en Oliveros, mi nene más grande lo lleva en bicicleta”, cuenta. A unas cuadras está el nuevo basural donde se proveen de los materiales.  

Al consultarle si necesitaba ropa o alimentos, dijo que “Estaban bien”. Le hace falta pañales para el bebé, que usa XG. Varios vecinos la visitan, y les dan contención. A todos recibe con la misma calidez. Lo cierto es, que a dos meses de conocer su historia, nada cambió.