Sandra Merino era de Maciel, fue enfermera de la colonia por 30 años y defendió su título de auxiliar a capa y espada brindando gestos de amor y humanidad. Logró conquistar corazones de pacientes y compañeros de trabajo con sus ideales claros: “Un pabellón, una familia”. Luego de batallar contra un cáncer perdió la vida a finales de febrero y su familia le cumplió el deseo de que sus cenizas descansen en el montecito de la institución: “Sembramos un lapacho de flores amarillas, porque la gente como mi mamá no se entierra, se siembra”, cerró Martina en diálogo con IRE.
Las palabras, los gestos, la cantidad de gente que participó el jueves pasado del especial homenaje a Sandra dejan al descubierto lo que significó en cada uno de los que la vida le puso alrededor. “Nuestra mamá era enfermera auxiliar, no profesional, pero llevaba la vocación en el alma y maternar era lo que mejor le salía. No le alcanzó con tener seis hijos que también materno a pacientes y compañeros. La colonia era su lugar en el mundo”, explicó su hija Martina en diálogo con IRE.
“Llevaba la vocación en el alma y maternar era lo que mejor le salía. No le alcanzó con tener seis hijos que también materno a pacientes y compañeros. La colonia era su lugar en el mundo”
Sandra nació un 10 de enero de 1966 y falleció a sus 58 años el 24 de febrero de 2024 en el sanatorio Parque luego de luchar contra un cáncer. Y aún poniéndole el cuerpo a su enfermedad deseaba volver a los pasillos de la colonia: “Trabajó 30 años, dejó de ir cuando se enfermó, no quería saber nada con jubilarse. Íbamos a la quimio en colectivo, pasábamos por ahí, lagrimeaba y decía ojalá algún día pueda volver”.
Es que la vida le dio la oportunidad de tener una familia hermosa pero además de descubrir su vocación que estaba sobre todo orientada al cuidado, la empatía y el amor: “Su frase era que el encierro tenga olor a hogar, mi mamá hacía eso, de un pabellón, una familia”. Y así cosechó los mejores recuerdos con todos los que compartió tiempo y espacio. Con su actitud logró llegar a un cargo impensado y se convirtió en jefa de modular. Ya que “no tenía el título de un enfermero profesional para poder estar en ese cargo, pero todos consideraron que tenía más saber que muchos. Y fue jefa, todos dicen que fue la mejor“.
“Su frase era que el encierro tenga olor a hogar, de un pabellón, una familia”
Sandra lo intentó todo acompañada de su familia: Atravesó la quimioterapia, los rayos pero en noviembre pasado su cuadro se complicó y ya nada pudieron hacer. Los suyos decidieron dejar descansar su cuerpo de los procesos químicos y disfrutarla al máximo hasta el 24 de febrero pasado que se apagó. El mismo día que se encendieron cientos de llamados, mensajes y reconocimientos. El dolor se transformó en amor y sus enseñanzas sonaron cada vez más fuerte.
Su lugar en el mundo
Más allá de lo que su mamá les contaba y alguna que otra historia que les pudieran decir Guillermo, Arturo, Martina, Luciano, Macarena y Mateo – como sus nietos Mario, Ignacio y Julieta- entendieron el valor de las acciones de Sandra este domingo, cuando cumplieron su último deseo: “La decisión de descansar en la colonia fue de ella, lo pidió por años. –Cuando ya no esté en este mundo, me creman y me llevan a la colonia. Ahí conocí a las mejores personas del mundo-, decía. Siempre pensamos que estaba loca y cuando el domingo vimos todas las demostraciones de amor en redes sociales, nos dimos cuenta que era así. Todo un hospital la llora, la recuerda, y le agradece, habla de las cosas maravillosas que hizo”.
“Todo un hospital la llora, la recuerda, y le agradece, habla de las cosas maravillosas que hizo”
Este jueves, encabezado por sus hijos, cumplieron con su deseo: “Todos dicen que es la primera vez en la historia del hospital que pasa algo así, todo el personal ahí homenajeándola“, indicó Martina y avanzó: “Estuvieron todos dirección, enfermeros, pacientes, psicólogos, profesionales, hijos, vecinos y amigos de la vida. Si bien era la primera vez que nos veíamos personalmente con muchos de ellos, nos conocíamos, sabíamos todo del otro, mi mamá se ocupó por años de hacernos familia“.
Y no dudó: “Fue un momento muy duro, pero de mucha paz porque cumplimos la voluntad de mami“. Allí en un simbólico acto plantaron un árbol sobre sus cenizas: “En algún momento pacientes van a tomar mates ahí y mami va a sonreír en algún lado”, cerró emocionada.
El amor se siembra
Desde el domingo en el que Sandra falleció sus hijos no dejaron de recibir mensajes que inundaron sus teléfonos y redes sociales, e incluso este jueves tuvieron más muestras de cariño. La mujer logró lo que muy pocos pueden: trascender desde los pequeños gestos.
Juan del servicio penitenciario: “Lo mejor que me regalo la vida fue haberla conocido a Sandra. Una mujer que me brindo todo sin pedir nada a cambio. Y esa deuda que tengo con ella en la otra vida se la devolveré con unos mates y charlas como solíamos hacer”.
Marino, compañero enfermero: “Hoy como uno de esos días comunes de ir a trabajar pensé que te iba a ver subir al cole en la misma esquina de siempre. Al comienzo de la avenida de tu Maciel querido. Pero fue en vano y empecé a pensar un mundo, sin esa compañera, mujer, amiga, colega, que siempre tenia la palabra justa, para el momento justo, que siempre te mostraba una sonrisa. Una sonrisa del alma. Que te contagiaba de amor a esta profesión de enfermero/a que hay días que nos hace lagrimear.
Pensar el hospital, nuestra Colonia, sin esa mujer, es pensarlo con un vacío imposible de llenar. De seguro cada uno tendrá una anécdota para contar de vos y con vos, vivencias que siempre terminaran en una sonrisa, acompañada de una lágrima por supuesto.
Te extrañaremos cada cual a su manera. También estarán esas compañeras y compañeros que sin distinguir profesión te pensaran a cada paso. A mi se me ocurre que en cada situación que pasemos con esa persona que llamamos paciente/usuario, de ahora en más, nos preguntaremos en lo más profundo un “Que haría Sandra? Sandrita, nuestra querida Gordita Merino, en nuestro lugar?”. Y estoy completamente seguro que ahí recordaremos esa bendita frase: “Marino, el único gesto de amor que tienen estos chicos/chicas es lo que nosotros le podamos dar. Un abrazo, un beso, un oído que los escuche, una palabra de aliento, tomarle la mano, acompañarlo en su destruida vida. Muchas veces, la mayor de las veces, somos lo único que tienen…” y ahí saldrá lo mejor de nosotros.
Sandra… Después de recordarte un largo rato con los ojos llorosos, tomé un pañuelo y los seque y me dije: por favor Sandrita, ya nos dejaste muchas cosas buenas a cada uno de los que hoy somos tu colonia. Hoy me animo a pedirte el último favor, que tu decisión de que esta sea tu última morada, sea para que cada vez que entremos a este hermoso lugar que llamamos Colonia, entremos con el amor a flor de piel, y podamos dar lo mejor de nosotros al paciente/usuario que nos espera al cruzar portería, en cada sala.
Dios te de la paz que te mereces Sandrita. De mi parte y creo que de todos los que te despedimos hoy, te decimos gracias por tanto. Te llevamos en nuestros corazones”.