Lo que parecía una reunión de rutina terminó con la peor de las noticias: la empresa Dow Dupont despidió a 22 trabajadores. Los representantes del Sindicato de Obreros y Empleados Petroquímicos Unidos (Soepu) pusieron el grito en el cielo, y comenzó desde las primeras horas de ayer una medida de fuerza por tiempo indeterminado hasta tanto se reincorporen los cesanteados. El empresariado ratificó el aval de la multinacional y del gobierno nacional. El lunes se reunirá la CGT-San Lorenzo.
El jueves por la tarde la patronal y los petroquímicos tenían una cita para ajustar los objetivos personales a cumplir para cobrar el ciento por ciento del premio previsto en marzo por convenio. Pero la sorpresa fue mayúscula: llegó el anuncio de los despidos, que alcanzan a un 30 por ciento del personal de mantenimiento nucleados en tres empresas contratistas. Sin anestesia, sin preaviso, sin negociación. En consecuencia se inició una medida de fuerza.
El día soleado de ayer contrastaba con el sentimiento generalizado en la planta. Dow Puerto General San Martín, que cuenta con más de 200 empleados, de los cuales 180 están afiliados al Soepu. Las gomas ardían por calle Irigoyen en la ciudad industrial, como también aumentaban las preocupaciones de los hombres y mujeres preguntándose por el mañana. La mayoría superan los cinco años de antigüedad, y casi todos son jefes de hogar.
En primera personas
Emilio Molina es uno de los empleados despedidos. De sus 36 años, estuvo nueve cumpliendo funciones en la planta. A la espera de su telegrama, dialogó con LaCapital, rodeado de sus compañeros que aportaban datos y situaciones injustas: “Nos están demostrando todo el tiempo que trabajo hay, que hay planes a futuro y estamos viendo que involucran a un montón de gente pero a los que estamos permanentes en planta nos dejan afuera. Es algo insólito, incierto, nos genera muchos sentimientos encontrados. Uno se esfuerza para hacer las cosas bien para que esto siga creciendo y te pagan de esta manera”.
En medio del reclamo, Molina se sinceró: “Nunca nos esperamos algo así, nos avisaron el jueves y cuando vinimos a trabajar (ayer) nos enteramos que no teníamos las tarjetas para entrar. Nosotros efectuamos las acciones legales que corresponden con el sindicato que nos apoya, pero de parte de la empresa no tenemos ni fundamentos, ni respuestas para una solución”.
A su lado, otro hombre se indignó contextualizando que hace meses sufren la falta de materiales y herramientas para ejercer sus funciones: “Están tomando gente permanentemente, usan ese sistema. Toman gente eventual para hacer trabajos que le corresponde a la planta permanente y nosotros lo venimos sosteniendo hace tiempo. Nosotros nos sentimos desolados porque parece que todo lo que hicimos no vale de nada”.
Todavía desconcertado, Molina amplió: “El jueves estaba planeando resolver unos trabajos atrasados a una semana o dos, y me entero antes de salir que estaba despedido. Sin el telegrama en mi casa, sin preaviso, todo de palabra”. El panorama fue similar para la mayoría: el dueño de la empresa contratista los llamó y les avisó que el vehículo no pasaría al día siguiente a buscarlos por considerarlos despedidos. Pero como “a nosotros nadie nos avisó, vinimos igual a trabajar”, reclamaron.
Todos los empleados son del sector de mantenimiento de planta o de limpieza. Involucran a tres empresas contratistas. Cinco de los despedidos son mujeres, con los ojos húmeros y la mirada que expresaba incertidumbre dos de ellas dialogaron con este diario. “Hace siete años que trabajamos en el sector de limpieza”, remarcó la mamá de dos hijos. Resaltando que no había argumentos para atravesar este momento. Y avanzó: “No nos dan motivos del por qué”. Su compañera, parada al lado, se mostró reticente y esbozó la teoría que le contó su superior: “Dicen que no fue por algo puntual sino que nos eligieron al azar. Nosotros somos 13 personas en la limpieza, sacaron cinco. No sé qué quieren hacer con tan poca gente. Cada uno tiene su sector, estábamos justos. Todos hacíamos el turno de 5 a 14”.
Parece como si se trata de una ruleta rusa, cuando en realidad sus historias de vida las invaden: “Soy madre soltera, trabajo para mi hijo de diez años. Siempre me la tuve que rebuscar sola, duele un montón, duele muchísimo”.
A punto de jubilarse
Unos metros atrás estaba Néstor Veiga quien con sus 64 años confiaba que en julio iniciaba su jubilación e iniciaba una nueva etapa de su vida. No obstante, los recuerdos de los ‘90 lo invadieron: “Fui despedido de Celulosa donde trabaje 24 años, porque hubo una reestructuración en la época de (Carlos) Menem y hubo una echada masiva. Acá en Dow soy contratado, siempre trabajé en mantenimiento. Hace 18 años que estoy y sin preaviso caí con ellos en la volteada”.
En medio de la angustia, tratando de mostrarse calmo continuó: “Pensaba jubilarme tranquilo, ahora no lo estoy tanto. Más por los compañeros que son más jóvenes, yo ya estoy terminando mi ciclo. Tengo cuatro hijos, que ya están grandes y soy abuelo”. Lo que sucede “remueve todo, seguro”, terminó. La planta está paralizada en todas sus áreas por tiempo indeterminado. 22 trabajadores recibieron el anuncio de despido. La angustia se apoderó una vez más del Cordón industrial.
Para: La Capital