A un año del asesinato de Lelio Chilliutti lo que prevalece es la incertidumbre y sobre todo la lucha, de una comunidad que no se da por vencida. A Lele lo asesinaron en su humilde casa en Diaz, el 14 de junio de 2019, fue un homicidio violento, sin precedentes para la localidad. A un año no hay detenidos, ni imputados como posibles autores materiales.

La madrugada del 14 de junio pasado, alguien golpeó la puerta del abuelo de 82 años. Él “confianzudo” le abrió sin dudar y sin saber que sería lo último que haría. Allí comenzó la odisea que incluyeron golpes y cortaduras en un presunto intento de robo. Lele había ganado la lotería dos veces en las últimas semanas, y tenía el aguinaldo. El monto rondaba en los nueve mil pesos. Ese habría sido el botín.

Por la mañana, como era de costumbre, se acercó el quinielero a buscar la jugada tradicional. Golpeó pero nadie le abrió, observó la puerta entre abierta, se acercó y mientras llamaba al dueño de casa encontró una desgarradora escena. El abuelo yacía muerto en el suelo, inmerso en un charco de sangre, al lado suyo había un martillo. Un poco más allá, en el piso de tierra, una garrafa y papeles de diario.

Pocas horas después la investigación apuntó a N.L. una mujer del pueblo que tenía en su casa un televisor que le pertenecía a Lelio, pero pese a las requisas y procedimientos legales no se logró establecer qué sucedió esa noche. Ella apuntó que lo “había encontrado” en la calle mientras trabajaba barriendo. Y los otros dos sospechosos: Un menor y un mayor de edad, aún no pudieron vincularlos.

En la justicia 

Fuentes cercanas a la fiscalía, le confiaron a IRE que tomaron 37 entrevistas testimoniales, sumado al informe planímetro que realizó la PDI criminalística, y a siete informes de asistencia judicial de delitos complejos de la Nación donde se solicitó la titularidad de teléfonos celulares, el impacto de éstos en las antenas, las llamadas entrantes y salientes. En total hubo cinco intervenciones en líneas, seis requisas domiciliarias y dos allanamientos. Pero ninguna certeza.

Producto de los procedimientos se secuestraron varios elementos a los que se les sometió a  pericias de ADN. Uno de ellos se trató de una remera que tenía a un masculino menor de edad, oriundo del pueblo, que contenía una gota que parecía de vino tinto pero se constató que era “sangre de la especie humana”.

Inmediatamente se la peritó, el primer análisis fue inmediato. Se la envió a Rosario en junio 2019 y resultado fue negativo. Luego, se pidió un segundo ADN que se hizo en PDI de Recreo y se remitió en diciembre 2019, los resultados llegaron en febrero de 2020 y confirmaron la versión anterior. Ambos, coincidieron en que la sangre no correspondía a Lele.

La mujer que quedó detenida en primera instancia también tenía en sus zapatillas una sustancia viscosa que podría ser sangre. Pero, era tanta la cantidad de tierra que la prueba estaba contaminada, es decir que no lograron detectar allí material genético analizable. Resaltaron en ese contexto que no fue por un error en la toma de muestra sino por haber pisado demasiado, es decir el camino recorrido hasta que se le secuestró el calzado.

Fuentes cercanas a la fiscalía reforzaron que “se hizo todo” para encontrar los culpables del homicidio de Lele pero que, hasta el momento, no tienen pruebas suficientes para señalar a ninguno de los posibles autores. Aunque asimismo, no descartan que la investigación pueda dar un vuelco como sucedió en otros casos y descubrir qué sucedió aquella fatídica madrugada.

En libertad

Cabe destacar que hay una sola imputada por “encubrimiento agravado”, siendo la mujer a la que se le encontró en su casa el televisor de Lele. Los vecinos marcharon para que no regresara al pueblo una vez que cumplió con su prisión preventiva. Poco después quedó detenida por un hecho de hurto en Bernardo de Irigoyen. En enero le concedieron la libertad con la imposibilidad de regresar a ambos pueblos, que podría cumplimentar en los próximos días.

N.L. estaba detenida por dos hurtos y un encubrimiento. Dentro de los que se contempló el robo de un celular a una enfermera en el SAMCO de Diaz, varios elementos sustraídos en la casa de un abuelo de Bernardo de Irogoyen donde ingreso a la vivienda con la llave, y el encubrimiento por tener en su poder un elemento del abuelo asesinado. Asimismo, cabe destacar que la mujer no tienen condenas previas.

Hasta el momento, estuvo siete meses privada de la libertad, desde diciembre pasado. La defensa pública que la defiende apeló en enero, pero permanecía encerrada porque no había podido cumplimentar un domicilio guardador fuera de Irigoyen y Diaz. Situación que cambiaría en los próximos días y se afincaría en el cordón industrial. 

A un año del brutal asesinato de Lele, sus vecinos siguen marchando con aplausos, bombos o un estremecedor silencio. No pasó uno ,de los 365 dias, que no haya sido de homenaje y pedido de justicia. Dejando en evidencia que aunque sea difícil o parezca imposible, vale la pena luchar por lo que es justo.

Cada uno de ellos, está haciendo historia al salir de sus casa, al hacerse sentir. Una historia silenciosa que aturde y que deberá ser entendida: El pueblo está unido, y la justicia, tan lenta y maltratada, deberá prevalecer. 

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