La vida de Evelina Cabrera dio tantos giros que una sola temporada de una serie no alcanzaría para contarla a la perfección. Pasó de dormir en una plaza y revolver tachos de basura en busca de comida a convertirse en referente del fútbol femenino; fundar la Asociación Femenina de Fútbol Argentino (AFFAR), armar el primer equipo de chicas ciegas de Buenos Aires y disertar en la ONU (Organización de las Naciones Unidas) en Nueva York sobre su trabajo para empoderar a las mujeres y darles herramientas para tener una vida mejor. Ahora será madrina por primera vez y en la región: del equipo de fútbol femenino infantil Granaderos.

Nada mal para esta chica de 31 años que pudo revertir su destino a fuerza de empuje, ganas, constancia y pasión. Su infancia fue muy difícil: a los 13 años se fue de su casa y vivió algunos años en la calle. Dormía en un banco de la plaza frente a su escuela, hecha un ovillo y abrazando su mochila, para poder asistir por las mañanas. Así fue como terminó la secundaria, comenzó a estudiar Educación física, a trabajar como tesorera en un restaurante y a dar clases como personal trainer.

Por aquel entonces, una amiga le propuso jugar al fútbol y, aunque dice que era muy mala jugadora, se presentó en una prueba en Platense y eso cambió todo para siempre.

“Este deporte me dio herramientas y valores para poder encaminar mi vida, dándome normas que no tenía”, explica Evelina, que una vez que la ficharon para el club empezó a entrenar sin parar y a buscarse sponsors para dejar de usar las camisetas viejas que les daban en el club.

“Les mandaba mails a todas las marcas: desde Nike (de quien ahora, años después, es la cara de su campaña) hasta los comercios de la zona. Cayeron tres locales barriales y con eso pudimos comprar la ropa de entrenamiento. Y empezaron a venir más chicas, porque no podían creer todo lo que conseguíamos”, cuenta orgullosa. El fútbol era su pasión, la hacía realmente feliz, pero la vida le dio otro revés.

Resiliencia

“Empecé a sentirme mal, me dolía mucho la cabeza y comencé a recorrer médicos. En total fui a tres, nadie me encontraba nada, pero se me había elevado una hormona, la prolactina. Me detectaron un tumor que era benigno y me operaron, por suerte con eso alcanzó. La mala noticia me la dio el endocrinólogo: no podía hacer actividad física. Y mi mundo se derrumbó, entré en una crisis tremenda porque quería seguir ligada con el fútbol. Y ahí fue cuando me propuse ser entrenadora”, cuenta y otra vez tuvo que aprender a reinventarse: “Se me ocurrió ir al playón de la estación de Tigre con una sobrina de 9 años que hice pasar por una falsa alumna. Las dos vestidas con ropa deportiva, le decía ´si yo te digo corré, vos corré´. Armé una página en Facebook y estuvimos dos meses así hasta que empezaron a caer desde nenas de 10 años hasta mujeres de 45 que querían jugar al fútbol y no tenían dónde hacerlo. La municipalidad de Tigre me cedió el polideportivo Sarmiento y me largué. Venían algunas chicas que no podían pagar, se notaba que ni siquiera comían así que empecé a llevar chocolatada caliente, otras llevaban galletitas. Y me di cuenta que con el fútbol solo no alcanzaba”.

Entonces fue por más. Y creó la AFFAR, desde donde trabajan la parte social, educativa y deportiva. “Ya llevamos 5 años, le damos herramientas a las chicas dentro y fuera de la cancha.

Las alentamos a seguir una carrera, por ejemplo, hicimos un convenio con el Instituto Johan Cruyff que nos beca a las chicas; nos llamaron de la ONU y ahora van a poder hacerse los aptos médicos gratis, eso para las que no tienen obra social es un paso enorme. Una persona que tiene problemas en su casa, que sufre violencia de género, que no tiene trabajo, que nunca estudió, llega a la cancha pensando en todos sus problemas, no en jugar”, asegura.

Su labor social

Un día recibió un correo. Era Mirna Gamarra, una chica no vidente que quería jugar al fútbol y ningún club la aceptaba. Evelina aceptó el desafío sin saber cómo hacerlo, así que buscó en Internet cómo entrenarla y aprendió a resolver de forma casera algunas cosas, por ejemplo, a envolver la pelota en una bolsa para que pueda escucharla ya que no tenían dinero para comprar una con cascabel.

Pero por supuesto no se quedó sólo con eso, sino que armaron un equipo (Las Ramonas), encontró un lugar para que puedan entrenar (el club Banco Nación), capacitó a más entrenadoras y se unieron a Paradeportes.

Hoy además de tener su propia escuela de futbol junto a Boca, de ser manager del equipo femenino de futsal del Club Atlas, es también voluntaria en la Unidad Penitenciaria 47 de San Martin, dándole clases de fútbol a las internas. “Una experiencia increíble”, asegura.

Una topadora, en el último año ganó premios y reconocimientos; escribió un cuento para la antología “Pelota de papel 2” (Editorial Planeta) en el que jugadores consagrados hicieron su aporte; participó de la película “No llores por mí Inglaterra”; cerró la cumbre del W20 (la red transnacional que reúne a mujeres líderes y que busca influir en la agenda de los grupos de toma de decisión del G20) y a, fines de noviembre, la Copa Mundial Femenina de Fútbol Sub-17.

El máximo reconocimiento fue en enero cuando viajó a Nueva York para disertar en la ONU por su trabajo social. “Todos, como sociedad, debemos implementar la resiliencia en cada uno porque no nos damos cuenta del valor que tenemos cuando le decimos a otra persona ‘yo confío en vos;. Cuando estaba en los peores lugares, nadie confiaba en mí y yo tuve que confiar en mí misma para poder salir de lo más bajo. Y cuando la gente empezó a confiar en mí, me empecé a sentir poderosa. Ustedes pueden darle poder y herramientas a las que no se sienten así. Y ese poder de confianza no solo puede transformar su vida sino la de todos”, dijo emocionada en su discurso. ¡Imparable!

Autora: Paola Florio
Fuente: Infobae