Correa recibió a tres mujeres que surcaron la historia y son el fiel reflejo de todavía hay mucho por conocer de lo sucedido en las Islas Malvinas. Silvia, Mariana y Maria Liliana visitaron el pueblo de Iriondo, le contaron su historia a los alumnos de las escuelas y vecinos, visitaron la comuna donde recibieron el reconocimiento como visitantes ilustres y plantaron un pino en la plazoleta 2 de abril. “Estamos vivas, y mientras vivamos, la memoria de Malvinas también lo estará”, remarcaron.

El pecho se hincha de celeste y blanco. Esta semana, tres mujeres contaron su paso por Malvinas en Correa. Fueron recibidas por el Presidente Comuna Nahuel Cejas en el edificio comunal junto a su gabinete, luego acudieron a las escuelas primarias N° 254 y N° 1290, y ESSO N° 260, e invitaron a toda la comunidad al SUM de Vila Ángela. Antes de cerrar la recorrida realizaron la plantación de un pino en la plazoleta 2 de Abril junto a los chicos de las escuelas primarias.

En su recorrido, las ex combatientes recibieron el reconocimiento como visitantes ilustres y dejaron un mensaje claro: Sus historias revelan que aunque de a poco los soldados y voluntarios que fueron parte de la guerra comenzaron a hablar, todavía hay mucho por conocer.

Tres mujeres ex combatientes de Malvinas visitaron Correa

“Quiero saber todo”

Silvia Barrera nació el 25 de Abril de 1959 en San Martín, provincia de Buenos Aires. A sus 23 años, era una civil instrumentadora quirúrgica del Hospital General 601, Hospital Militar Central “Cirujano Mayor Dr. Cosme Argerich”.  Cuando Silvia le contó a su padre que al día siguiente partía para Malvinas, el suboficial retirado salió corriendo a comprarle una cámara y varios rollos. “Quiero saber todo de las Islas” le dijo, mientras le enseñaba a su hija como atarse los botines con eficiencia castrense.

Silvia se cortó la larga cabellera rubia, pensando que así sería mas práctico porque nada sabía sobre las necesidades que podrían surgir en las Islas. A pesar de la seguridad estricta y la profunda censura que existía en el país, la joven instrumentadora logró traer al continente pruebas contundentes de la presencia de mujeres dentro del Teatro de Operaciones Atlántico Sur, a bordo del Buque Hospital AlimiranteIrizar. Logró atravesar la seguridad de ambas naciones escondiéndose algunos rollos en su ropa interior y la cámara, una Minolta Autopak llegó sana y salva con los registros de esos diez días que estuvieron a solos 600 metros de la costa de las Islas.

Hoy, la voz de Silvia resuena en colegios e instituciones, portando la bandera de la Malvinización como su lucha personal que también comparte con otras Veteranas y Veteranos a lo largo y ancho del país: “Malvinas no puede ser olvidada. Debemos hablar ahora, que estamos vivas, porque cuando ya no lo estemos ya no habrá quien cuente las historias. Estamos vivas, y mientras vivamos, la memoria de Malvinas también lo estará”.

“Debemos hablar ahora, que estamos vivas, porque cuando ya no lo estemos ya no habrá quien cuente las historias. Estamos vivas, y mientras vivamos, la memoria de Malvinas también lo estará”
Tres mujeres ex combatientes de Malvinas visitaron Correa

Honor y Patria

Mariana Florinda Soneira, nació el 27 de marzo de 1963 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Era civil cadete de la Escuela Nacional de Náutica cuando fue embarcada voluntaria en el ARA Bahía San Blas en enero de 1982. Estaba iniciando un año de prácticas a bordo como cadete del cuerpo de comunicaciones de la Escuela Nacional de Náutica Manuel Belgrano.

Aquel 2 de abril cuando el barco quedó afectado al conflicto, le ofrecieron la posibilidad de desembarcar porque aún no estaba recibida de oficial, era alumna. Con apenas diecinueve años tomó la decisión de permanecer a bordo y continuó durante todo el conflicto. Así transcurrieron días y noches surcando el Atlántico Sur transportando armamentos, tanques, combustible, helicópteros y demás pertrechos navegando en sigilosa, en silencio radioeléctrico, sin escolta y en situación de peligro.

En 1983 recibió el Diploma de Honor y Botón Solapa de la Armada Argentina en reconocimiento de los servicios prestados a la Patria. En 1990 recibió en el Congreso de la Nación el Diploma y Medalla en reconocimiento de su intervención en la lucha armada. En 2018 recibió la Mención de Honor Juana Azurduy de Padilla otorgada por el Senado de la Nación.

Finalizado el conflicto continuó sus estudios y egresó de la Escuela de Nacional de Naútica como Oficial Radioperadora Naval de la Marina Mercante Argentina. Navegó durante ocho años en buques mercantes desempeñándose como Oficial radiotelegrafista a bordo. Desde 1991 vive en Ushuaia donde nacieron sus dos hijos. Cuarenta años después de la guerra aún sigue haciendo radio como LU4XYL.

Tres mujeres ex combatientes de Malvinas visitaron Correa

“Tuve el orgullo de pisar las islas”

María Liliana Colino, nació el 3 de Diciembre de 1955, en la ciudad autónoma de Buenos Aires. Era enfermera de evacuación Aero médica del Hércules C-130 dentro del Hospital Reubicable de la Fuerza Aérea Comodoro Rivadavia. Mientras terminaba de armar los BEM (Botiquines de Emergencias Médicas) que llevaban todas las misiones de rescate, la Cabo Principal Liliana escuchó la voz del Capitán Médico Adolfo Smith que le decía “¿Te animás a venir?” y, sin dudarlo, respondió que sí.

La noche del 21 al 22 de mayo marca el momento en que la única mujer con rango militar pisa Malvinas en una misión de logística y rescate de heridos en Puerto Argentino. Mientras coordinaba la subida de las ambulancias que debían entrar en reversa por la rampa del Hércules, estando ambos en movimiento para subir los heridos, Liliana estaba en la pista con la mirada puesta “en esa serpiente de luces rojas que bajaba hacia nosotros”, en referencia a la hilera de móviles que transportaban soldados del frente del Hospital Militar Conjunto de Puerto Argentino.

Cuando escucho la alerta roja de Harriers en zona, corrió hacia el Hércules mientras sus botines hacían sopapa contra la turba malvinense ya que con la pista bombardeada y en la oscuridad, podía tropezarse. Desde la puerta de la nave armaron una cadena de hombres que, aferrándose entre sí, hacían ademanes desesperados para que corriera más rápido, hasta que su pequeña mano fue aferrada por uno de los suboficiales y la tiraron hacia dentro de la panza del avión al levantar vuelo: “Tuve el orgullo de pisar las Islas cuando ondeaba el pabellón argentino. No pienso volver mientras estén ocupadas. ¿A recuperarlas?, por supuesto, aunque ya soy viejita y no sé cuánto pueda ayudar, pero si me llaman, estaré ahí, como el primer día que elegí ir. Y creo que esa es la diferencia más importante, porque a Comodoro me ordenaron ir. A Malvinas, y sabiendo que todo podía pasar, a las Malvinas las elegí yo.”

“No pienso volver mientras estén ocupadas. ¿A recuperarlas?, por supuesto, aunque ya soy viejita y no sé cuánto pueda ayudar, pero si me llaman, estaré ahí, como el primer día que elegí ir”