Cristian Romero tiene 47 años y es vecino de Pueblo Andino. Creció en Capitan Bermudez, al límite con Fray Luis Beltrán. A sus once años fue a jugar con amigos y un vecino llevó una granada que había encontrado en las inmediaciones de Fábrica Militar. Eran chicos, jamás dimensionaron el peligro. El artefacto explotó y tras el terrible estruendo Cristian y Sergio se llevaron la peor parte. Perdió un pie y le reconstruyeron el otro, hasta que unos meses atrás una esquirla cerca del hueso comenzó a calar una infección y tuvieron que volver a intervenirlo. Necesita dos prótesis. “Fábrica Militar nunca se hizo cargo de nosotros, nunca se acercaron a nada”, cuestionó.
Cristian Marcelo Romero tiene hoy 47 y hace casi una década es vecino de Pueblo Andino. Su historia se conoció en el barrio porque entre todos comenzaron una colecta para ayudarlo a enfrentar su última cirugía que le significó perder su pie izquierdo, pero el causal fue un accidente que ocurrió hace casi cuarenta años atrás.
Corría el año 1987 cuando Cristian fue a jugar de un vecino. Venía del hospital porque se había golpeado con un camión, pidió permiso y salió a jugar con los chicos del barrio en Capitan Bermudez. Tenía 11 años, y los otros tres amigos entre 14 y 15. Uno de ellos había encontrado una granada en las inmediaciones de Fábrica Militar y la guardó en su casa. Un año después, ese día decidieron jugar con el artefacto.
Uno de ellos jugando dijo -“La tiro”-, recordó Cristian en IRÉ: “Nosotros le dijimos que no, que la iba a romper. No teníamos nación que podía explotar“. Y explotó. “Los dos más graves fuimos yo y mi vecino, Sergio. A mí me amputaron la primera pierna, primero los dedos, después por la infección el pie. A Sergio le abrió todo el estómago y las dos piernas”, recordó.
Fue derivado de urgencias al Hospital de Niños Victor J Vilela donde los médicos hicieron todo para salvarlo: “Me amputaron un pie y la otra pierna me la reconstruyeron. El pie, el tobillo y la parte del empeine. Eso tenía injerto”. Pero, sumido en un terrible dolor, hace un tiempo atrás descubrieron que una esquirla le quedó incrustada en el empeine y formó una infección en el hueso.
“Empecé con una úlcera en el talón, fui al hospital durante tres años y no se daban cuenta que estaba el proyectil con las placas radiográficas hasta que me hicieron una resonancia con contraste. El hueso lo encapsuló y quedó ahí adentro. No se veía pero causó la infección“, explicó. Ese fue el motivo, casi cuatro décadas después del accidente por el que se quedó sin ninguno de sus pies.
El rol del estado también fue una desilusión: “Fábrica Militar nunca se hizo cargo de nosotros. El juicio se cobró a los 30 años y una miseria total. Nunca se hicieron cargo, nunca se acercaron a nada”. Pese a que le comentaron que le debían dar las prótesis de por vida, nada de eso ocurrió: “Si no lo hicieron por dos chicos, menos hoy por un adulto”, opinó quitando expectativa a que lo ayuden.
Hoy Cristian debe conseguir dos prótesis que deberá comenzar a usar una vez que sane su segunda operación, el costo es millonario y su preocupación a la altura. Mientras trata de mantenerse optimista confió: “Es difícil, pero sé que se puede. Si puede con una, puedo con la otra”.
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